Winston Morales Chavarro

Neiva-Huila, 1969. Comunicador Social y Periodista. Magíster en Estudios de la Cultura, mención Literatura Hispanoamericana, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito.

Ganador de los concursos nacionales de poesía de las Universidades del Quindío, 2000; Antioquia, 2001, y Tecnológica de Bolívar, 2005. Segundo premio Concurso Nacional de Poesía “Ciudad de Chiquinquirá” en el 2000; Tercer Lugar en el Concurso Internacional Literario de Outono, de Brasil. Primer y único Premio en la IX Bienal Nacional de Novela José Eustasio Rivera. Finalista en concursos de cuento y poesía en Argentina, México y España. Ha publicado los libros de poemas Aniquirona-Trilce Editores 1998; La Lluvia y el ángel (Coautoría)-Trilce Editores 1999; De Regreso a Schuaima, Ediciones Dauro, Granada-España 2001; Memorias de Alexander de Brucco, Editorial Universidad de Antioquia-2002, y la novela Dios puso una sonrisa sobre su rostro. E-mail: aniquirona@yahoo.com



LÁZARO

Ahora que soy tantas cosas al tiempo
ahora que asumo mis vidas pretéritas
y las lanzo a la carne o al barro
para que se vuelvan poemas
o pequeñas hojas que se enfrenten
al aire rizado del Zaire
me llaman Lázaro.


Soy Lázaro
el hijo de Betania
el hermano de Martha y de María
he conocido la muerte
su río de rosas, gladiolos, violetas, mirtos y lirios
que he transitado, navegado y respirado
en los cuatro días que duró
esa odisea por el mundo fascinante de las sombras.


Soy Lázaro
tengo setenta nombres
música, viento, pájaro, buey, lluvia
son algunos de ellos
creo en la resurrección
en la pervivencia
en el soplo cálido que trasciende
más allá de estas tribus.


Me he levantado del barro nueve veces
y ahora
soy el polvo que no vuelve al polvo.
Mis manos y pies
todavía están atados con envolturas de entierro
pero también es cierto
que bajo mi cuerpo crece la hierba
circundan el gusano, el ciempiés, las calambrinas olorosas,
la gaviota que remonta su vuelo
en busca de otras corrientes de aire.


Soy Lázaro
habitante de Betania
amigo de las sinagogas
de Canaám, de Cafarnaum, de Nazaret, de Galilea

y de otras tierras lejanas
cuyos nombres no entenderían.
Tengo el rostro cubierto con un paño
pero cada vez que me levanto a la vida
cada vez que una mariposa
me recuerda que he nacido de nuevo
el paño va cediendo paso
a otras estrellas, a otras luces, a nuevas especies de animales,
a otros caminos.


Soy Lázaro
y en este viaje al final de la vida
me sentaré sobre otra roca
a hilar el cordón sagrado
el pedazo de río
que me devuelva a otra corriente
en donde todas las voces clamen,
todos los músicos canten,
todas las lluvias digan:

“Lázaro, levántate!”